viernes, 6 de abril de 2012

Bucuresti, Romania


Llegó el momento de cerrar el círculo tras tantos meses de organizar y reorganizar, elaborar y reelaborar, pensar y repensar. Tantos "rehaceres" porque nuestro proyecto ha contado con bastantes imprevistos. Todos solucionables excepto la pérdida de nuestra amiga y compañera Clarisa. Que se fuera tan precipitadamente nos dejó temporalmente sin respuestas ni ganas de continuar sin ella. Como sabemos que Clari nunca se habría dado por vencida, era obligatorio para nosotros terminarlo y dedicárselo. Estos días, su recuerdo nos acompaña.

Así que hemos venido a Bucarest con el objetivo de siempre: conocer, como ya hicimos en Ecuapop, la otra parte de la historia. Esa parte de la que todos tienen una opinión pero que, del mismo modo, todos desconocen. ¿Cómo ha evolucionado Rumanía? ¿Y Bucarest? ¿Por qué tantos rumanos se vinieron a España?... Y los que han decidido regresar, ¿por qué tomaron esa decisión y cómo es ahora su vida? ¿Han notado el cambio que ha vivido el país?... ¿y sus hijos?

Curiosamente, mientras estábamos preparando este viaje, fuimos conociendo testimonios de españoles que se han venido a Rumanía y no precisamente de turismo. Españoles que no han venido a montar una multinacional ni viven en un chalet con piscina climatizada. Españoles que, como los rumanos en su momento, están aquí porque de alguna manera la crisis, que está en todas partes, no les dio más opciones.


Y para empezar hemos decido hacerlo visitando el lugar sin el que no se puede entender Bucarest, ni Rumanía: el Palacio del Parlamento. El último delirio megalómano de Ceaucescu fue pensado para el pueblo pero con el objetivo indiscutible de mostrarle su poder. Tiene en su haber el privilegio de ostentar la denominación de segundo edificio más grande del mundo tras el Pentágono. Es gélido, inhumano y triste y un sinfín de salas de conferencias, laberínticos pasillos y estancias provocan la advertencia de la guía: «Síganme en todo momento o se perderán. Quien quiera contemplar durante un minuto cada una de las 1000 habitaciones necesitaría tres días y medio». Edificado con materiales exclusivamente rumanos, los ciudadanos siguen polemizando sobre los designios de un edificio que causa admiración y repudio por igual, como se observa en el libro de visitas. Una muestra más de que todo poder es efímero. Nada es eterno, nada permanece, todo cambia.


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