domingo, 8 de abril de 2012

A Bucarest con trillizos


El día empezó lloviendo. Mal tema para acudir como habíamos acordado con David a Talcioc, el rastro que todos los domingos se organiza a las afueras de Bucarest. Baratijas de recuerdo de la época comunista, material quirúrgico, discos de vinilo, ropa y calzado, repuestos de fontanería, chocolatinas y pasteles... Y,  curiosamente, también pueden encontrarse electrodomésticos, material informático y objetos decorativos de dudoso gusto conviviendo al lado de la quincalla. Hoy con el inconveniente de que la mercancía estaba pasada por agua. Pero a pesar de todo David compró la cámara de fotos y el despertador vintage que bucaba.

Al medio día quedamos con Talia, que vino a Rumanía por primera vez en 1998 para participar durante unos meses en los proyectos de cooperación de una ONG rumana. En 2003, al acabar la carrera de periodismo y con la necesidad de un cambio de aires, decidió volver para pasar un año de nuevo en Rumanía. Y, a pesar de la opinión en contra de todo el mundo en España que pensaba que estaba tirando su vida por la borda, apostó por quedarse definitivamente. El martes iremos a grabarla a su trabajo y nos contará con más detalle su historia así como su proyecto en la web Hispatriados, el primer portal interactivo en español de contenidos multimedia que ofrece informaciones útiles a la comunidad hispanohablante de Rumanía en el que se puede, además, compartir experiencias para facilitar la integración cultural.

Dice Talia que lo bueno de Rumanía es que te ofrece muchas oportunidades y nunca te discriminan por ser extranjero o por no hablar el idioma. Que siempre se ha sentido acogida y que es un país que te permite ser quien quieras ser: si quieres ser sólo un extranjero lo serás, si quieres ser empresario también, solamente depende de ti elegir tu destino.


Por la tarde conocimos y grabamos a Carlos y María. Dos catalanes que se dieron cuenta muy pronto que el mundo era mucho más grande que Barcelona. Para rematarlo la cigüeña les trajo tres criaturas a la vez. Se dieron cuenta de que la vida en España se complicaba y que quizá la capital catalana ya no era su sitio en el mundo. Una oportunidad laboral los trajo a Bucarest. Y estando en Bucarest ha llegado su cuarto hijo.

Saben que su estancia en Bucarest es temporal, pero eso no quiere decir que dejar Bucarest signifique regresar a España. Es más, Carlos está convencido de que cuando sus hijos encontrará en el futuro su oportunidad en un lugar distinto a Bucarest o Barcelona, y para eso los preparan y los educan. Y una cosa curiosa: el concepto "orgulloso de ser" de una nacionalidad es totalmente desconocido para las pequeñas. Cosa entendible cuando se trata de personas que hablan perfectamente el idioma de sus padres, manejan mejor todavía el rumano, aprenden inglés y para ellas España no es más que el sitio donde viven sus abuelos.

Como dice María ellos son unos españoles que encontraron su lugar aquí, del mismo modo que muchos rumanos encontraron su lugar en España.


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