lunes, 7 de mayo de 2012

Ondenses de adopción


Nuestro recorrido por la memoria de aquellos que abandonaron su país en un momento determinado nos lleva a Onda, la pequeña ciudad cuya reciente actualidad nos ha provocado la necesidad de salir a conocer. Esta vez la cita es con Constanta y Florin. Y Charlie, que observa con curiosidad todo cuanto ocurre y no acaba de entender tanto ajetreo. En ambos casos y como en tantos otros de compatriotas rumanos que vamos conociendo la historia tiene denominadores comunes, aunque ninguna es igual. 


Florin fue de los primeros rumanos en llegar Castellón. Era técnico en una fábrica rumana que tras ser privatizada acabó cerrando sus puertas pues los inversores extranjeros lo único que querían era la licencia de explotación. Despidieron a todos los trabajadores, vendieron la fábrica con el pretexto de que no era ya rentable ni viable su explotación y en el solar se edificó un moderno centro comercial. 

Fue, como decimos, de los primeros en llegar. Y llegó a la aventura, al punto de tener que dormir en bancos y parques. No le importó trabajar de lo que fuese, pero poco a poco hizo valer sus capacidades y logró la confianza de sus jefes. No le ha quitado el trabajo a nadie, como más de una vez le han reprochado, lo ha ganado por méritos propios. Por eso, una vez conseguida cierta estabilidad hizo venir a su pareja desde Rumanía y es aquí donde ha nacido su hija. Una rumana-española que no tendrá que darle explicaciones a nadie sobre cuál es su país. 


Constanta aterrizó en Onda tras un corto paso por Barcelona. Pronto acabó dedicándose a la tarea más común entre las mujeres rumanas en España, la asistencia a personas mayores. Vivió y vive la separación familiar, y lógicamente, se le nota en sus palabras entrecortadas cuando recuerda a los suyos, pero su voz fuerte y decidida da muestras de un carácter luchador cuando se refiere a su trabajo y su vida aquí. Su hija Elena, de 22 años, nos acompañó en la entrevista para dejar claro que ella se siente española y por su mente no pasa “regresar” a Rumanía más que para vacaciones. Pero si algo queda en nuestro recuerdo su actitud optimista y llena de vida, su alegría de vivir.

Tanto Florin como Constanta admiten que los sentimientos de rechazo al inmigrante han aumentado últimamente, pero nos recuerdan que, en general, su balance respecto a las relaciones que han mantenido con los españoles es más que bueno, y casi siempre se han sentido bien integrados y respetados aquí. Para ellos, no hay nada como el conocimiento mutuo para derrumbar prejuicios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario