Esperábamos con mucho interés nuestra cita con Elena Ramona Bucur. En todo momento nos dio muestra de una personalidad absolutamente abierta al respeto activo hacia las minorías y de una capacidad de empatía poco común. Ya iba siendo necesario encontrar una visión más científica al tema que nos ocupa y creíamos que Ramona, como investigadora y autora de una tesis doctoral sobre el fenómeno, podía ser una voz contrastada. Tras la entrevista, ha resultado ser la voz más cualificada, la idónea.
Pocos de ustedes se imaginaban que, según el estudio de Ramona, la avanzadilla de la colonia rumana en España fue doble: una por Madrid y otra por Castellón. El primer rumano que aterrizó por nuestras tierras, allá por el 1994, ni siquiera tenía Castellón como destino por anticipado, y llegó aquí casi de rebote. Sin embargo, fue la casualidad la que hizo que precisamente un rumano no ortodoxo, sino evangélico, encontrara en la pequeña comunidad evangélica de Castellón el apoyo necesario para un extranjero recién llegado. A partir de entonces, estas redes evangélicas hicieron el resto y jugaron un papel determinante en la acogida de nuevos miembros de su comunidad provenientes de Rumanía.
Las historias de los rumanos en España son variadas, pero hay rasgos comunes en muchas de ellas. Tras la primera oleada de evangélicos, los ortodoxos, que son mayoría en el país, también comenzaron a salir de él, especialmente desde la ciudad de Targoviste y alrededores. Fundamentalmente se trataba de personas jóvenes con una cualificación profesional media que pronto comenzaron a especializarse en dos grandes áreas: las mujeres en el cuidado de mayores y de la casa y los hombres en la construcción, ámbitos laborales con una altísima demanda en los años 90.
Sobre el tema del regreso, contrariamente a lo que muchos desearían hoy en día y a lo que nosotros mismos creíamos, ella discute que esta sea una posibilidad real que las familias rumanas en España se planteen. Por mucho que la crisis nos golpee a todos, las perspectivas de futuro en su país no son mucho más halagüeñas. De hecho, siguen saliendo de él, aunque en menor medida que antes.
No obstante, Ramona ha centrado mucho su tesis desde una perspectiva humana en la que la carga emocional tiene mucho peso ya que ha realizado múltiples entrevistas personales durante tres años de las cuales ha obtenido información casi más valiosa que la que dan las estadísticas y los números. Pudo, de este modo, observar de primera mano la dura realidad de las familias y así implicarse en un trabajo que no va dirigido a ser el comienzo de una carrera académica a la que estamos acostumbrados, pues Ramona dejó claro desde el principio que su motivación era casi exclusivamente personal.
Y, finalmente, una aclaración: en España, como en casi todo el mundo, hay más inmigrantes de los que se cuentan, puesto que en la definición de la palabra inmigrante no hay mención alguna a la procedencia de las personas, es decir, cualquiera que cambia de lugar de residencia es inmigrante en su nuevo destino. Da igual si el cambio es de miles o de decenas de kilómetros. ¿Por qué un rumano o un magrebí es un "inmigrante" y un británico o un alemán es un "extranjero"? Ella apuesta por lo segundo para referirse a todos los que han venido de otro país como expresión de justicia. Le copiamos la apuesta.