Todo el rato estamos escuchando, de unos y otros, que el mundo es un pañuelo. Comprobarlo cada vez es más fácil. Venir a Rumanía, un destino que, a priori, no parece estar en las rutas de nuestros viajes anhelados y encontrarse con gente de tu ciudad parece ya menos causal. Pero toparse de bruces con una convecina a la que no veías hace años y a la que le habías perdido la pista es, cuanto menos, sorprendente. Pues eso es lo que nos ha ocurrido en Bucarest.
Marcel Gascón es de Castellón. Vino como alumno Erasmus a Bucarest, y como tantos otros estudiantes, se quedó enamorado de esta ciudad. Escogió Rumanía porque quería conocer los rescoldos del comunismo, de un país que le resultase diferente y singular. Buscaba un lugar en el que pudiese sentirse extranjero. Al terminar su periodo académico intentó quedarse, pero no encontró trabajo, por lo que regresó a España. Una vez allí, y al saber hablar rumano, le ofrecieron venir y ahora es el responsable de la Agencia Efe en Rumanía.
La lluvia intermitente y una ciudad absolutamente desierta por la celebración de la Pascua Ortodoxa nos ha complicado un poco el trabajo, pero no ha impedido que podamos conocer su punto de vista, ya que nos interesaba mucho conocer la opinión que nos puede ofrecer un corresponsal español acostumbrado a rastrear entre los medios de comunicación sobre lo que puede ser noticia de este país.
Después de comer en uno de los pocos lugares abiertos que hemos encontrado en esta ciudad de dos millones de habitantes, nos hemos encontrado, nada más y nada menos, que con Aixa. Nosotros somos y venimos de Onda, como ella.
Otra vez más una Erasmus no pudo resistir la llamada de esta ciudad. Por eso, el año que pasó aquí, no fue el último, porque regresó para trabajar como voluntaria en un proyecto de desarrollo vecinal en una pequeña comunidad rural. Y le ha cambiado la vida. Nos llama la atención cómo tantísima gente joven que hemos conocido, desprejuiciada a pesar de que todos en España les ponían sobre aviso de los peligros y amenazas falsas que encontrarían aquí, han decidido que este sí es su lugar.
Aixa es el ejemplo perfecto de lo equivocados que están en su pueblo los que piensan que nunca van a salir de allí y por lo tanto no se esfuerzan en aprender nada nuevo. En el fondo, y como nos ha dicho, hay mucha ignorancia, mucho miedo al cambio, mucha gente que no es capaz de afrontar nuevos retos y por eso, compartimos con ella la idea de que sus vidas van a ser mucho más pobres. El mundo nos ofrece oportunidades, vivencias y experiencias maravillosas que son las únicas que te pueden hacer crecer.
También nos ha comentado que a los xenófobos, a esas personas que opinan que los inmigrantes van a España a robar el trabajo a los autóctonos, les pagaría si pudiese un billete sin retorno a Rumanía para que intentasen apañárselas viviendo en las condiciones que una familia vive aquí. Que es legítimo, absolutamente legítimo, que un padre anhele un futuro mejor para sus hijos esté en el país que esté. Pero, de paso, Aixa también le pagaría un billete a todos los que en España, sin conocer ni haber visitado este país, tienen una opinión tan negativa de la realidad que se vive aquí, para que se den cuenta de lo equivocado de sus prejuicios.
Pues sí, no es mala idea. Conocer a gente joven como Aixa, con las ideas tan claras y un mente tan abierta, resulta esperanzador.